Este es un blog de crecimiento personal, gestión del talento e inteligencia emocional, es un blog hecho con cariño para aprender a conocernos desde dentro, para aprender a vivir con los demás, luchar por la vida y sobre todo para aprender a ser feliz. Es un blog por y para ti.

10 de abril de 2014

¿Nos estamos equivocando?

Nuestra misión como padres es ayudar, proteger, educar y orientar a nuestros hijos hacia una vida más plena y más segura. Pero nuestras conductas parentales se están desviando de estos objetivos, provocando quizás el efecto contrario, nuestros hijos están creciendo con más miedos, con miedo a la propia vida, con miedo a los demás y con miedo a desarrollarse como personas.
Esta conducta tan protectora provoca que nuestros hijos no crezcan como auténticos líderes, no están creciendo como personas fuertes, creativas, responsables e independientes. Están creciendo bajo la atenta mirada de sus progenitores, “los nuevos vigilantes”, quitándoles su libertad de pensar, de crear, de jugar, de inventar, hasta de expresarse. Son niños que siempre están buscando la aprobación de sus padres y madres, para sentirse quizás más seguros con ellos mismos. Y lo que no sabemos es que no les estamos beneficiando en absoluto.
Según el Doctor Tim Elmore creador de “Growing leaders”, una de las conductas parentales que evita que el niño crezca como líder es “el exceso de seguridad, ya que provoca que el niño no arriesgue porque tiene miedo a realizar cosas fuera de su burbuja de protección parental”.
Los niños tienen derecho a divertirse, a jugar al aire libre, a desarrollar su inteligencia jugando, inventando, creando, y los mayores les estamos quitando esas libertades sin querer.
Esto me recuerda a un artículo que leí sobre los parques infantiles de nuestras ciudades y pueblos, que son todos fabricados por el mismo patrón y que están creciendo como setas por todas partes. 

¿Los habrá diseñado algún niño? Porque sinceramente para mi, todos son iguales, los niños dentro de la valla, los padres (los nuevos vigilantes) por fuera controlando que no le pase nada a su niño o niña, y encima si le pasa algo, el pobre padre, madre o hasta los abuelos tienen que hacer el tremendo ejercicio de saltar la valla como si de un atleta se tratara, para rescatar a su niño de un chichón “enorme” contra el pavimento acolchado.
Unas zonas de juegos totalmente blindadas, delimitadas y marcadas donde se segrega a la población infantil, los pequeños de 0 a 3 dentro de una valla y los grandes de 3 a 10 en otra, los vigilantes de los niños por fuera de la valla donde el nivel de participación en los juegos es nulo, con la única opción de hablar con el resto de los vigilantes.  
¿Dónde hemos dejado esos parques donde todas la generaciones compartíamos espacio, juegos y actividades? 
Donde los papas, mamas, abuelos y abuelas jugábamos, merendábamos, compartiendo nuestro tiempo y nuestro espacio. Donde la comunicación era mucho más fluida y no había ninguna barrera ni ninguna marca delimitando los espacios de todos. Esos espacios públicos de uso compartido donde cualquier visitante podía compartir juegos y actividades sin importar la edad.


Todos sabemos que los niños son personas vulnerables y que tenemos y debemos protegerlos, pero como todo en la vida tiene su límite. De esta forma, dejemos que estas personitas sean capaces de desarrollarse como personas, inventando, disfrutando, investigando, compartiendo juegos e ideas, para que se conviertan en personas fuertes, en los líderes del mañana.  


Y sobre todo, juguemos con ellos, sintámonos también niños para crecer con ellos...