Nuestra misión
como padres es ayudar, proteger, educar y orientar a nuestros hijos hacia una
vida más plena y más segura. Pero nuestras conductas parentales se están
desviando de estos objetivos, provocando quizás el efecto contrario, nuestros hijos
están creciendo con más miedos, con
miedo a la propia vida, con miedo a los demás y con miedo a desarrollarse como
personas.
Esta conducta
tan protectora provoca que nuestros hijos no crezcan como
auténticos líderes, no están creciendo como personas fuertes, creativas, responsables
e independientes. Están creciendo bajo la atenta mirada de sus progenitores, “los
nuevos vigilantes”, quitándoles su libertad de pensar, de crear, de jugar, de
inventar, hasta de expresarse. Son niños que siempre están buscando la
aprobación de sus padres y madres, para sentirse quizás más seguros con ellos
mismos. Y lo que no sabemos es que no les estamos beneficiando en absoluto.
Según el
Doctor Tim Elmore creador de “Growing leaders”, una de las conductas parentales
que evita que el niño crezca como líder es “el exceso de seguridad, ya que
provoca que el niño no arriesgue porque tiene miedo a realizar cosas fuera de
su burbuja de protección parental”.
Los niños
tienen derecho a divertirse, a jugar al aire libre, a desarrollar su
inteligencia jugando, inventando, creando, y los mayores les estamos quitando
esas libertades sin querer.
Esto me
recuerda a un artículo que leí sobre los parques infantiles de nuestras
ciudades y pueblos, que son todos fabricados por el mismo patrón y que están
creciendo como setas por todas partes.
¿Los habrá diseñado algún niño? Porque sinceramente
para mi, todos son iguales, los niños dentro de la valla, los padres (los nuevos
vigilantes) por fuera controlando que no le pase nada a su niño o niña, y encima si le
pasa algo, el pobre padre, madre o hasta los abuelos tienen que hacer el tremendo
ejercicio de saltar la valla como si de un atleta se tratara, para rescatar a
su niño de un chichón “enorme” contra el pavimento acolchado.
Unas zonas de
juegos totalmente blindadas, delimitadas y marcadas donde se segrega a la población
infantil, los pequeños de 0 a 3 dentro de una valla y los grandes de 3 a 10 en
otra, los vigilantes de los niños por fuera de la valla donde el nivel de participación
en los juegos es nulo, con la única opción de hablar con el resto de los
vigilantes.
¿Dónde hemos
dejado esos parques donde todas la generaciones compartíamos espacio, juegos y
actividades?
Donde los papas, mamas, abuelos y abuelas jugábamos, merendábamos,
compartiendo nuestro tiempo y nuestro espacio. Donde la comunicación era mucho
más fluida y no había ninguna barrera ni ninguna marca delimitando los espacios
de todos. Esos espacios públicos de uso compartido donde cualquier visitante
podía compartir juegos y actividades sin importar la edad.
Todos sabemos
que los niños son personas vulnerables y que tenemos y debemos protegerlos,
pero como todo en la vida tiene su límite. De esta forma, dejemos que estas
personitas sean capaces de desarrollarse como personas, inventando,
disfrutando, investigando, compartiendo juegos e ideas, para que se conviertan en personas fuertes, en los
líderes del mañana.
Y sobre todo,
juguemos con ellos, sintámonos también niños para crecer con ellos...